sábado, 27 de agosto de 2011

Mucho arroz pa` tan poco pollo



Se acercaban las siete y media de la tarde, hora del festejo, y el asfixiante calor no daba tregua. Los "aficionados" que abarrotaban los aledaños hacían que la sensación térmica fuera aún mayor. Comenzó el paseíllo con todas las miradas puestas en un ente de piedra vestido de berenjena y oro

Asistí al festejo con mucho optimismo porque sabía que iba a ver la verdad del toreo, y así fue. Pero mi ánimo salió bastante tocado al salir de la plaza por el espectáculo grotesco que me acompañó en la grada durante toda la tarde. 

Abría plaza Víctor Puerto (de carmín y oro), torero de la tierra. No puedo decir nada sobre el valor del torero pero sí sobre su dignidad como tal. Una cornada, cinco días atrás, le había dejado fuera del cartel. Pero el matador, consciente de la repercusión mediática de la tarde, quiso ser profeta en su tierra. Ni con el populacho a favor pudo Víctor Puerto superar las adversidades. Primero, la merma física que suponía la cornada y, en segundo lugar, sus limitaciones como torero. Con mal pie comenzó el manchego, brindando al público asistente un toro cojo. El ignorante pueblo se lo agradeció con una sonora ovación. Ni un muletazo le dio. Es más, ni tuvo arrestos para entrar a matar, por la cojera del toro. EL puntillero se deshizo del cornúpeta tras varios intentos fallidos. 
El cuarto fue el mejor de los seis. Y, desgraciadamente, le tocó en suerte a Víctor Puerto. Humilló desde los primeros lances en la capa. No se entregó en el caballo pero en la muleta volvió a meter la cara en la obtusa muleta del matador. La nobleza del animal le permitió torear a placer y tras pegar pases a troche y moche salió reforzado de una tarde en la que no tenía nada que perder. Sus limitaciones artísticas no le restan un ápice de valor, pero soy de los que piensan que, para saltar al ruedo, hay que estar en condiciones físicas óptimas, aunque la gente haya pagado para ver a otro.

Y ese otro por el que la gente pagó dio constancia de la pureza del toreo sin trampa ni cartón. Citando de frente, desde el pitón contrario y con la muleta bien alante. Pero la plaza de Ciudad Real no fue más que un fiel reflejo del nihilismo que invade nuestra sociedad. La gente aplaudía todo por igual, porque sabían que el que lidiaba era un mito viviente del toreo. Pero no distinguían entre churras y merinas. Tras dos tandas por el pitón derecho vino lo bueno. Una magistral serie de naturales. Templadísimo José Tomás, haciendo alarde de sus prodigiosas muñecas. Un canto al toreo auténtico que fue recibido con la misma intensidad que el resto de la tarde por la parroquia. Como si nada excepcional hubiera hecho el de Galapagar. Siguió José Tomás al natural, arrancando otra bonita tanda. Pero el toro metía menos la cara. No mató bien y paseó un apéndice por un ruedo que sabía que algo había hecho bien. Era José Tomás
En quinto lugar salió un jabonero feísimo. Y fue tan malo como feo. Nada pudo hacer José Tomás. Acortó distancias y en esas salió algún iluminado delante de mí diciendo "ese sí es José Tomás". Mientras daba otro tiento a su garrafa de calimocho y pasaba el canuto a su cuadrilla. Había visto muchas cosas en una plaza pero nunca gente fumando porros, entre ellos una embarazada.
César Jiménez volvió a dar muestra de su excelente puesta en escena. El torero con más pinta de torero del escalafón. Precioso vestido rosa y plata, más aún envolviendo la primorosa figura del fuenlabreño. Puro artificio que adornan su condición de pegapases. Bailó con dos nobles ejemplares que le permitieron abrir la puerta grande. Cumplió el diestro con dos faenas aseadas, sin más. En el transcurso de la faena al sexto volví a ver cosas inéditas para mí en una plaza. Tras una tanda de despegados derechazos, uno de los compañeros que antes he mencionado, se puso en pie y, litro en mano, gritó "eres un máquina César". Sí, un máquina. Había oído muchos vítores a toreros pero "¿un máquina?".  No sé si por ignorancia o por su estado de embriaguez se levantó en otro arrebato y dijo "mejor que José Tomás"

Sensaciones encontradas. Satisfecho porque la tanda de naturales de José Tomás al segundo de la tarde vale más que el abono entero. Y decepcionado con el comportamiento de la grada. Como decimos por mi tierra "mucho arroz pa` tan poco pollo". La empresa de Ciudad Real lleva años componiendo buenos carteles, con figuras y buenas ganaderías. Pero no es culpable del desconocimiento de los pseudoaficionados y mucho menos de la mala educación de éstos. La crisis no sólo es económica, también de valores.