miércoles, 18 de mayo de 2011

De Talavante y Oro


Hoy daba comienzo la semana de las, presumiblemente, figuras. Entre lo mal que está el ganado y peor que están las figuras, no había mucho optimismo. Pero ahí estaban los toros del Ventorrillo -divisa verdiblanca- para poner a las figuras en su sitio. Hubo tres ejemplares bastante buenos, encastados e incluso brotes de bravura en alguno de ellos. Y de los otros tres hubo alguno potable. 

Abría plaza el Cid -de azul noche y oro- torero de Madrid por excelencia, venido a menos. Tan oscuro como su vestido estuvo el de Salteras. Han pasado tres años desde la última vez que vimos a el Cid torear de verdad. El año pasado recuperó un poco el sitio, pero fue un espejismo. No quiero olvidar todo lo grande que ha hecho uno de los mejores toreros que he visto, especialmente en plazas de verdad y con toros de verdad, pero a Manuel Jesús se le está acabando el crédito. Está fuera de sitio y lo demostró en su primer toro. Un toro que fue de menos a más y tras el tercio de banderillas humilló muy de verdad. El Cid se descompuso ante la embestida encastada del animal y dio constancia de su bajo estado de forma. El toro le ganó la batalla.
Con el cuarto tampoco estuvo bien con un toro escaso de fuerza, pero noblote. El foro venteño dictó sentencia, pulgar hacia abajo y pitos para el Cid, que hace demasiado tiempo que no campea por la que fue su plaza.

Perera -de grana y oro- es otro que lleva 3 años sin estar a la altura en Madrid. Un torero que conquistó esta plaza por su concepto, muy de Madrid. Toreo cruzado, sin ventajismos, toreo de valor y mano muy baja. La tarde épica e inolvidable de aquella feria de Otoño de 2008 puso freno a un figurón del toreo, que lleva todo este tiempo pasando de puntillas por las grandes plazas. Con el segundo de la tarde estuvo aseadito, sin más. Sin apostar un ápice, sin hambre. El ventorrillo dio muestras de bravura pero Perera se limitó a cumplir. Gran tercio de banderillas y mejor el de varas. El público venteño ovacionó al picador, que estuvo soberbio. 
El "no hay quinto malo", en esta ocasión, no se cumplió. El colorao, feo con ganas, no tuvo fuerza y el extremeño no pudo hacer nada con él. Tuvo el peor lote pero hay que venir con más ganas a Madrid.

Las facultades de Talavante para el toreo son inversamente proporcionales a su criterio para elegir vestido. Cuando no es un blanco y plata es un lila y oro, y viceversa. De vez en cuando sorprende con algún verde, nada agraciado. Vestir bien es importante, pero si vas a torear como Alejandro al natural...¡qué más da!. Hoy tocaba lila y oro, ese lila y oro que Alejandro denomina "Chenel y oro" por ser el preferido del maestro Antoñete. De lila y oro dio gloria al pueblo madrileño Chenel, recuerdo su última gran tarde aquí en el año 98, majestuoso al natural. Talavante sigue su estela. De lila y oro dio aquel eterno natural en la Maestranza en su año de debut, de lila y oro conquistó a la Pilarica en una gran tarde en Zaragoza, y de lila y oro estuvo sensacional en un Otoño madrileño
Salió con ganas Alejandro, que quitó por gaoneras al toro de Perera pero el toreo se hizo en el tercero de la tarde. 
El maestro Andrés Calamaro -presente ayer en la plaza- escribió la brillante "el tercio de los sueños" hace más de una década. Aquella tarde resultó distinta a cualquier otro San Isidro, decía la canción. Pues eso pensaría ayer el genio argentino cuando vio a Talavante -de Chenel y oro- bordar el toreo al natural como muy pocos han hecho en esta plaza. Fue el tercio que había soñado Calamaro. Cada natural era mejor que el anterior, por abajo, metiendo el toro hacia dentro. Una tanda tras otra, el ventorrillo seguía el trapo con codiciaAlejandro estaba roto, roto de placer, roto de inspiración. La izquierda de Chenel, la izquierda de José Tomás. la izquierda de El Cid y ahora, también, la izquierda de Talavante. El epílogo de la faena fue un arrimón muy tomasista, arrimón sin engaños, todavía con toro. Manoletinas ceñidísimas, en una de ellas a punto de ser cogido, tensión en los tendidos. Finalizó con bellísimos remates por abajo, muy toreros. El salpicado ventorrillo, entregado a la muleta de Alejandro, no pidió clemencia en ningún momento. Con el último pase de pecho, el extremeño explotó con un grito de raza y se fue a por el estoque. El estoconazo , recibiendo, fue la guinda a la ópera prima de Talavante. Cervato, cayó fulminado y la parroquia, entregada a Talavante, le otorgó las dos orejas que le daban la Puerta Grande por segunda vez desde que es matador.
En el sexto estuvo muy por encima del astado. La sosería del toro no transmitió y Talavante estuvo firme porque no se podía estar de otra forma. Hubo algún natural bello en su trazada pero supo a poco después de los ejecutados en la cara de Cervato. Todavía había algún imbécil, del 6 -contagiados por el 7- o del 7, que se atrevía a decirle al torero como colocarse. Vergonzoso. La puerta grande ya estaba abierta de par en par, para que Alejandro pasera en hombros su lila y oro, otrora Chenel y oro. Desde hoy y para la historia, Talavante y oro.

Vídeos adjuntos:
De Talavante y oro
De Chenel y oro
Andrés Calamaro - El tercio de los sueños

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