jueves, 10 de enero de 2013

El hombre tranquilo




Conocen eso de “año nuevo, vida nueva”?.  Una falacia del tamaño del Annapurna. Así lo corrobora la pantomima que tuvo lugar el pasado lunes, en Zurich, y sus consecuecias ulteriores en la prensa amarilla de este decadente país.

Esta ceremonia vino a confirmar lo que ya sabíamos algunos, no todos llegan. Los “premios” aquí otorgados carecen de toda credibilidad. Hagamos un breve análisis con la cabeza fría.

En el once del año se encuentran jugadores como Íker Casillas, Gerardo Piqué y Dani Alves. Quieren hacernos creer que estos tres han hecho méritos para estar entre los once mejores del mundo en 2012. Dejando fuera a Lahm, Pepe y a cualquier portero en la élite, porque cualquier portero en la élite ha hecho mejor 2012 que Casillas. Lo peor es que hay casi unanimidad en el asunto. Decía Freud que “existen dos maneras de ser feliz, una es hacerse el idiota, la otra es serlo”. En nuestro país está de moda lo primero, aunque ser idiota sigue ganando por goleada.

Con el premio a mejor jugador del año, más de lo mismo. El año pasado, los números de Cristiano Ronaldo fueron mejores que los de Messi pero usaron el pretexto de que el Barcelona había ganado más títulos. Este año Messi sólo ha ganado la copa del Rey, pero no es inconveniente. No se engañen, aquí los que votan son los capitanes de las selecciones y los entrenadores. Es decir, votan lo que les da la gana, esos criterios no los marca nadie. Nuestro capitanísimo no ha votado a Messi entre los tres primeros y aquí nadie dice nada sobre los criterios que ha empleado. El propio Messi no ha votado a Cristiano entre los tres primeros, algo estúpido según sus palabras.  Lionel, tonto es el que hace tonterías,  eso decía la mamá de Forrest Gump. Se vota por simpatías  y en esta sociedad prefabricada ya sabemos que la falsa humildad siempre sentó mejor que la sinceridad.

Desde hace unos años, se ha sumado a este sainete un nuevo galardón. El de mejor entrenador del año. Un galardón para el que está nominado Pep Guardiola, inventor del fúpbol, algo que va mucho más allá del fútbol. Un Pep Guardiola que en 2012 ganó la copa del Rey. Dejando fuera de los nominados a Jürgen Klopp o Diego Pablo Simeone, entre otros entrenadores con más méritos que el filósofo en 2012. No contentos con el disparate de las nominaciones, el premio fue para Sir Vicente del Bosque, un hombre con títulos nobiliarios, afable, respetuoso, humilde y educado, un hombre que mima y cuida el fúpbol, el hombre tranquilo de John Ford. Ése es Vicente, al menos para la gente feliz de este planeta. Yo debo de ser idiota o infeliz, porque lo de hacerme el idiota no me va.

Puedo estar equivocado respecto al marqués pero no me parece tan humilde y sencillo un hombre que rechaza la insignia de oro y brillantes del club que le ha dado todo. La comparación entre Mourinho y Del Bosque como entrenador es odiosa, más aún como persona. La mayor virtud que puede tener una persona es la lealtad, un valor mucho más importante que la humildad, la educación o las buenas maneras, que, por desgracia, no están al alcance de todos. La lealtad es algo innato, algo de lo que puede presumir Mourinho y de lo que jamás sabrán espantapájaros como el marqués o el santo.
Íker, lealtad no es poner a pies de los caballos a compañeros débiles tras una derrota, lealtad no es ir al programa de radio, donde hay una campaña feroz contra tu entrenador y muchos de tus compañeros, a reírles las gracietas porque ocultan tu miserable estado de forma. 

Lealtad y Vicente del Bosque es mezclar agua con aceite. En su época de jugador, con su inconfundible aspecto de setentero, melena al viento y bigotazo, bien podría haber sido un soplón de la banda del libanés. Vicente es un hombre que, cuando llega a un sitio sucio, no ensucia pero tampoco limpia, que diría José María García. Un testaferro al servicio de la lacra periodística que nos gobierna, antiguamente denominado el cuarto poder.  Así es Vicente, un nihilista acomodado que trabaja un mes cada dos años, que no habría sido nadie lejos del paraguas del Madrid de los galácticos y de una generación de jugadores que hicieron leyenda a Luis Aragonés, otro mito que, en más de 30 años como entrenador, había ganado la friolera de 4 copas del rey y una liga, ojo. Otro con valores, que llamó "negro de mierda" a Henry y cogió de la pechera a Eto`o, imagínense que hace eso Mourinho.

La prensa, lejos de informar, escribe el guión a su antojo, utilizando la selección española y sus valores como ariete para derribar la fortaleza blanca. El aficionado del Madrid, mero espectador , secunda lo que le dicta el primer poder, para eso están, para educar a la plebe.

La conclusión de todo esto es que da igual lo que hagan Mourinho y Cristiano Ronaldo en los próximos años.  Los clichés están ahí. Recurriendo a otra sentencia de Freud “La inmortalidad significa ser amado por mucha gente anónima”. Eso sigue pasando, sólo que en tiempos de Freud tenía mucho más peso ser amado por mucha gente anónima, mayormente por el deleznable criterio de la actual masa social adormecida. Según Freud los inmortales serían Casillas, Del Bosque, Guardiola, Messi y demás ñoñería. Eso sí, mientras esas masas, alienadas al primer poder, van y vienen, el que guarda lealtad a Mourinho siempre estará ahí, si no que pregunten por Stanford Bridge o por el Giusseppe Meazza los de la encuestita de sigmados. 


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