domingo, 29 de agosto de 2010

Don Enrique Ponce..."como decíamos ayer"

     No hay torero más idóneo si queremos parafrasear a Fray Luis de León que Don Enrique Ponce. Cincuenta tardes haciendo el paseíllo en el coso de Vistalegre cumplía ayer el maestro de Chiva y una vez más encandiló a la afición bilbaína, entregada a su torero fetiche. Y es que el idilio entre el torero y esta plaza tiene muchos capítulos, ayer se desgranó uno más. Cuando le vi haciendo el paseíllo con el grana y oro supe que algo se barruntaba. Gran elección.
     En su primer toro poco pudo hacer ante la prenda que le tocó en suerte. Una joya el animalito. Se colaba por ambos pitones y estuvo a punto de encontrarle los muslos, algo que no ha conseguido un toro desde hace muchos años. Es verdad que hay terrenos que nunca pisa, pero su concentración e inteligencia algo tienen que ver. Faena aseada pero sin historia.
     Lo mejor vino en el cuarto de la tarde. "Cara Alegre" se llamaba el ejemplar del Puerto de San Lorenzo. Un buen toro, manejable, noble, pero justito de fuerzas. Vamos...de los que le gustan al maestro. Se encargó de cuidarlo para exprimir la poca fuerza del animal y el animal lo agradeció embistiendo en el último tercio con clase. El valenciano lo probó un poco y comenzó a dar pinceladas por el pitón derecho. Y, a mitad de faena, surgió la magia. La poderosa muleta del valenciano y el astado se fusionaron en uno hasta el final. Cada pase era un cuadro. Y qué decir de los compases finales. Hubo trincherazos estéticamente perfectos, marca de la casa, flexionando la rodilla. Finalizó con las ya tradicionales poncinas, con las que consiguió dos orejas hace dos años. Pero la pila del toro ya se había agotado, ¡lástima!. La estocada fue un poco caída y eso le privó de la puerta grande. Matías, el mejor presidente que ha pisado una plaza de toros, le otorgó sólo un apéndice. Tal vez es lo más justo, pero la quincuagésima tarde de Don Enrique (el torero de Bilbao) en esta plaza,. merecía una salida en hombros.

El resto de la corrida fue durísima. Los del Puerto de San Lorenzo eran guapísimos y bien armados, pero nadie imaginaba que esta ganadería tan noble pudiera tener ejemplares tan violentos. Excepto el 4º, todos fueron auténticos criminales. 

      Diego Urdiales (precioso vestido de rosa y oro) . Entró en sustitución de Perera. Era su oportunidad, por fin le tocaba torear una ganadería de las que gustan a las figuras. Pero no tuvo suerte el de Arnedo. Parece su destino fajarse en la arena cual gladiador romano. Estuvo tan profesional como siempre. Hizo lo que pudo, a punto estuvo de ser cogido en varias ocasiones. Hecho un tío como siempre, poniendo la "pata alante", jugándose la femoral. Notable actuación. Emotivo brindis de Urdiales a Ponce en el segundo de la tarde. Detallazo del riojano.

   Y si duros eran el primero de Ponce y los de Urdiales, igual o peores fueron los que correspondieron a Iván Fandiño (feísimo vestido de fuscia y azabache). El tercero no paró de buscarle pero el diestro se fue de rositas, de milagro. El sexto se tomó la venganza de sus hermanos y llevó a cabo una auténtica sangría. Primer mandó a la enfermería al banderillero y después dio dos cornadas muy feas a Fandiño, que no pudo acabar con la vida del astado salmantino. El torero bilbaíno salió a jugársela en su tierra y fue el toro el que se la jugó a él. Enrique Ponce tuvo que estoquear al del Puerto.

Síntesis: Corrida muy áspera del Puerto de San Lorenzo. Cinco toros que eran leones y un toro con clase, pastueño, que pareció mejor de lo que fue gracias a Don Enrique Ponce... como decíamos ayer