jueves, 14 de abril de 2011

Regreso al futuro VII

Noche primaveral, miércoles de Champions. Dan las 20.45 y Raúl mira el cian del cielo de Gelsenkirchen concentrado y sabedor de lo que iba a suceder en el verde. Hacía muchos años que Raúl no veía anochecer en un terreno de juego compitiendo por el cetro europeo.

Con medio ojo en el partido del Madrid y un ojo y medio en el ordenador comienzo a vislumbrar que esta noche también voy a saltar del sofá. Raúl engancha un cabezazo que pone en dificultades a Julio César. Poco después, al borde del descanso, Jurado recibe en la medular y a Raúl se le enciende el radar. Detecta un pasillo entre los defensas y se decide a embocarlo, la defensa se abrió como las aguas al paso de Moisés con su bastón. Recibe y define como hiciera hace 11 años en la final de París ante Cañizares, aquella tarde en la que el Madrid conquistó su octava copa de Europa. El partido no tenía mucho interés porque la eliminatoria estaba resuelta, gracias a otra lección del 7 en Milan. Aún así la ambición de Raúl es insaciable. En la segunda parte, con 1-1 en el tanteo, el líder del equipo minero recibió en tres cuartos de cancha y dio un pase magistral por encima de la defensa, la famosa cuchara de Raúl. Howedes se quedó solo, marcó y se giró para señalar con el índice a su führer como muestra de agradecimiento.

Concluyó el partido y la eliminatoria. El Schalke ha eliminado al actual campeón de Europa, quién lo diría. Raúl hizo una muesca más en su revólver y dos de esas muescas llevan el nombre de su próximo rival, el Manchester, al que el 7 de Europa ya eliminó en dos ocasiones. En la ciudad de los Gallagher estarán poniendo las barbas a remojar por lo que pueda pasar.

Curiosamente, en el Manchester milita Michael Owen. Este tímido muchacho -con talento pero carente de carisma, liderazgo y raza para ser un grande- fue el que arrebató a Raúl el más injusto balón de oro de la historia de este deporte. Fue el más clamoroso de los tres balones de oro que robaron a Raúl. El tiempo pone a cada uno en su sitio. Owen no ha jugado en todo el año y es casi un exfutbolista a sus 31 años, dos menos que Raúl. Todos los delanteros de su hornada están en segundo plano o retirados por pesar más de 100 kilos. Ellos se llevaron los galardones pero el botín de Raúl es mucho mayor que un trozo de metal que pones en una vitrina. Ninguno de ellos podrá sentir lo que sintió ayer el 7. Terminado el partido, los jugadores fueron a la curva del estadio en la que se encontraban los más fervorosos aficionados mineros. Los jugadores se pusieron en fila y los fieles reclamaron la presencia de su führer en la grada. Neuer, el capitán, dio permiso al auténtico capitán para dirigirse a ellos y cuando se encaminaba hacia allá, el que portaba el micrófono espetó a sus camaradas: "Siéntense, agáchense, va a hablar el Dios Raúl". Raúl se sintió como un juvenil. Parece liberado, ha recuperado la sonrisa y el descaro de sus comienzos.

Raúl ya no es un Ferrari pero se subió a su viejo De Lorean y retrocedió 7 u 8 años en el tiempo, se remontó a primaveras en las que también le anochecía dando lecciones en el campo. Pero lo de anoche fue especial, diferente a aquellas tardes. En aquellos tiempos era el líder, ahora es mucho más que eso. Ha escrito la historia de este club con letras de oro, con oro de verdad, no esa chatarra de la que está hecha el balón de oro. El Schalke alcanza las semifinales de la Copa de Europa por primera vez en su historia y todo gracias a su führer, ese al que todos habían menospreciado y enterrado.


En dos semanas las semifinales. Todo el mundo hablará del Madrid-Barsa, de Cristiano, de Messi, de Mourinho, de Guardiola, de Ferguson, el Manchester...pero cuidado que Marty McFly anda suelto con su De Lorean.

To be concluded

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