martes, 26 de abril de 2011

Tarde de expectación, tarde de chaparrón

El Domingo de Resurrección, día más importante de la temporada en el coso maestrante, amanecía entre nubes y claros. La tarde era más lúgrube conforme avanzaban los minutos y el sentir general en los aledaños de la plaza era de que iba a jarrear. Y así fue.

Cartel de lujo, muy del gusto de Sevilla. Abría el cartel Morante de la Puebla, sevillanía enfrascada en fucsia y azabache. Verle hacer el paseíllo ya vale el precio de la entrada. Le acompañaron El Juli (negro y oro), triunfador de 2010 y José María Manzanares (berenjena y oro), el novio de la Maestranza.

Los toros, si es que se le puede dar tal rango a la vacada que saltó al ruedo, de Daniel Ruiz. Bonitos pero descastados, mansos, anovillados y de escaso trapío. Lo normal en esta plaza. Es una lástima que en una plaza con tanto gusto, tanto conocimiento y tanto respeto se lidien estas reses año tras año.

Un emotivo minuto silencio, en homenaje al malogrado Juan Pedro Domecq, hacían de prólogo. 
Morante miraba al cielo y se adivinaban sus pensamientos. El morantismo empujaba para que el cielo no descargara porque, de ser así, sabíamos que la indolencia del diestro brotaría de manera proporcional. Primeros lances y Morante levantó el primer rugido con una verónica pero el toró silenció de nuevo la plaza con un enganchón. Entonces comenzó a diluviar y el eterno silencio de la Maestranza se rompió entre susurros del gentío que sacaba los paraguas. Morante aprovechó el revuelo y la confusión para abreviar una faena sin historia. No sé si tenía más ganas de terminar él o los aficionados para resguardarse del chaparrón.

El grueso de la grada quedó huérfana. Los más valientes aguantamos y vimos como El Juli se enfrentaba a una auténtica alimaña. Bonito quite por chicuelinas, muy templaditas y de manos muy bajas. En la faena de muleta lo intentó pero poco que rascar. El toro complicado pero eché en falta al Juli poderoso que veríamos posteriormente. La lluvia amainó y el diestro estoqueó a la prenda con facilidad.

La gente que había huído despavorida volvió para ver a su torero. Pero Manzanares sigue sin ser el de otros años. El toro tenía más condición que sus hermanos y en el último tercio Jose Mari cumplió, le bastó con su estética figura para hacer una faena aseadita, sin cruzarse un ápice. Hubo algún muletazo suelto pero demasiado poco para un torero de su nivel. Comienza a recordar a su padre echando la patita atrás. Estoconazo marca de la casa para terminar. Esa habilidad la mantiene intacta. Grandes pares de banderillas de Juan José Trujillo, para mí el mejor del escalafón en este arte.
Lo más torero de la tarde vino con este toro pero no fue Manzanares el artífice. Morante hizo un quite, sacó el manual de la verónica y los cimientos de la plaza crujieron con los olés. Sólo fueron dos verónicas y la media con que remató. ¡Pero que verónicas! Tras esta obra de arte el genio se metió en la lámpara y hasta otro día, que llueve y no apetece.

En el cuarto el sevillano dejó algún detalle más pero ni el toro era para faena ni el torero tenía ganas. Bonitas chicuelinas para abrir boca. El inicio de la faena de muleta, a pies juntos, prometía pero Morante había decidido que ya había emocionado suficiente con el quite al tercero de la tarde. Así es Morante, bipolar. Un par de derechazos muy pictóricos, con la cintura, en el último tercio fue su bagaje. Nada más. Fue despedido con bronca, una más en su currículum.

No hay quinto malo dicen. No fue malo el castaño de Daniel Ruiz pero pareció mejor en las manos de El Juli. Tras el tercio de varas pensamos que este ejemplar también se iba sin torear pero la muleta de El Juli pesa mucho. Tras un par de tandas de tanteo, Julián, de mente prodigiosa, entendió perfectamente lo que tenía que hacer. Dio distancia al toro y a base de riñones lo metió en el canasto. Lo citaba de lejos para aprovechar la embestida del animal y cuajó una faena rotunda. Dos tandas por el pitón derecho arrastrando la franela por el albero. La segunda de ellas, rematada con un gran cambio de mano seguido de un natural, volteó la tarde y la banda comenzó a tocar por primera y única vez. Se echó la muleta a la izquierda y cuajó otra gran tanda. Todas ellas de largos muletazos y muy por abajo. La parroquia entregada, quizá demasiado. Faena de peso, sin alardes pero muy profesional, como siempre. Mató muy fácil, también como siempre. Quizá fueron excesivas las dos orejas pero si alguien merece el exceso ese es El Juli, un torero al que se le suele negar el pan y la sal de manera injusta. Yo pedí sólo una oreja pero no me molestó la concesión de la segunda, por todas las que le han quitado en Madrid.

El sexto fue parecido al quinto. En la presentación y en el juego que dio. La diferencia fueron las manos que mecieron la embestida del astado. Manzanares, muy fuera de cacho no consiguió la ligazón ni la transmisión que había alcanzado Julián con el quinto. El toro tenía un defecto, tras el segundo muletazo de la serie, se salía de la muleta y Manzanares no supo corregir al animal. Hasta en tres ocasiones le pasó. Lo hizo todo por la derecha y cuando se la echó a la izquierda el toro no podía ni moverse. Aún así insistió en dar pases sin ton ni son. Alargó la faena hasta el punto de hacerla pesada. Alguien debería recordar a Manzanares que torear no es pegar pases y él solía torear mucho y bien en esta plaza. Esperemos que recupere el sitio y el empaque para próximas citas y deje de dar pases al hilo del pitón porque con Manzanares estamos perdiendo a otra de las pocas figuras que nos quedan en tiempos difíciles para la tauromaquia.

Se suele decir que tarde de expectación, tarde de decepción. El saber hacer de El Juli y las verónicas de Morante hicieron que la decepción fuera menor. Así que lo dejaremos en tarde de expectación, tarde de chaparrón.

Morante de la Puebla (despedido con bronca)
El Juli (saludos y dos orejas)
José María Manzanares (palmas y palmas)

Vídeos adjuntos:
Faena Juli
Quite Morante

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